viernes, 20 de mayo de 2011

Apartarse del pecado... Una característica distintiva de todo genuino hijo de Dios

Mateo 7:21-23 "Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad".

2 Timoteo 2:19 "El fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos, y apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo".

1 Juan 3:3 "Y todo aquél que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro".

Los textos bíblicos alistados muestran lo trascendental que es la santidad en nuestra relación con Dios. Dios es claro: nadie entrará en su reino si es un "hacedor de maldad". Dios expresa con firmeza que sus hijos tienen que estar lejos del pecado.

Un hijo de Dios se distingue por su afan y su búsqueda ferviente y constante de pureza. Su Señor es puro y el hijo de Dios también quiere serlo. Si usted es cristiano o profesa serlo, tiene en la pureza y la santidad las señales para probar su vinculación con Jesucristo.
 
Definición del pecado

Pecado es ir en contra de lo que Dios ha dispuesto. Desobedecerle.
Pecado es todo acto que dañe a Dios y otros.
Pecado es no hacer lo bueno, sino lo malo.
Pecado es también tener deseos impuros y sentimientos malos como el enojo, la amargura, el resentimiento, la envidia, la codicia, etc.


Las consecuencias del pecado en la historia de la humanidad

En el huerto de Edén, el pecado separó al hombre de Dios, lo vinculó a Satanás y le atrajo el juicio divino.

Adán y Eva experimentarón la desdicha que trae el pecado: Su hijo Caín, que fue dominado por su pecado, mató a Abel, su hermano.


Dios destruyó por medio del Diluvio Mundial a toda la humanidad que se había vendido al pecado. Sólo se salvaron Noé y su familia. Esa destrucción fue terrible y total. Todo fue raído y arrazado.

Si viajamos en el tiempo y vamos a Sodoma y Gomorra, veremos a los niños y las niñas, los jóvenes y las señoritas, los adultos y las adultas, los ancianos y las ancianas, los sanos y los enfermos ... Los veremos a todos creciendo y "disfrutando" su pecado ... Luego, los veremos corriendo desesperados con alaridos y aullidos. El motivo: Dios derramó fuego y azufre sobre ellos.

Podemos revisar la historia de los judíos y verá lo que trae consigo el pecado: muerte, dolor, desesperación, llanto, esclavitud, etc.


Ahora mismo podemos revisar los periódicos, la noticias en tv, ... También podemos pasear por la calles de cualquier ciudad del mundo y veremos lo que hace el pecado en la vida de los hombres.

El pecado es algo que trae temor, vergüenza, dolor, amargura, frustración, separación, insatisfacción, ... MUERTE. Muerte espiritual, muerte física y muerte eterna. La última, una vez ocurrida, ya es irremediable y mantendrá, al que la sufra, en tormento eterno, por los siglos de los siglos, en el infierno que arde con fuego y azufre.

Jesucristo y el pecado

Jesucristo vivía en los cielos junto a su Padre y al Espíritu Santo. Vivía junto a ellos en completa unidad y armonía.

Desde allí y viendo lo que el pecado había causado y causaba en la tierra, Jesucristo se separó de su Padre y del Espíritu Santo y vino hasta este mundo.

Estando en la tierra, Jesucristo sufrió en sí mismo el fruto del pecado de los hombres.

Jesús fue traicionado, calumniado, maltratado y objeto de burla y menosprecio. Finalmente, fue asesinado brutalmente por los judíos con la complicidad de los romanos y de todos quienes vivían en ese tiempo.

Desde luego, Jesús resucitó y venció a la muerte. Desde ese entonces, hay salvación, perdón de pecados, vida eterna y una vida nueva para todo aquel que cree en él de todo corazón.

El pecado es algo que el hijo de Dios odia, abandona y quiere desaparecer de su vida.

Todo aquel que es un genuino hijo de Dios se aparta decididamente del pecado. En vez del pecado, el hijo de Dios anhela y busca ferviente y diligentemente la pureza y la santidad en toda área de su vida.

El hijo de Dios reconoce que la santidad y la pureza es la manera en que expresa su amor y su gratitud a Dios por los privilegios que ha recibido de él.

1 Corintios 6:19-20. ¿Quién vive en nosotros? EL ESPÍRITU SANTO. Si el que vive en nosotros es santo... ¿no deberíamos serlo también nosotros?

2 Corintios 6:14-7:1 . Las promesas de Dios son: Ustedes serán mi pueblo - Yo les recibiré - Yo seré vuestro Padre. Estas promesas son el sustento para limpiarnos de toda contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

Efesios 4:22-24. Tenemos que despojarnos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos. Es nuestro deber renovarnos y vestirnos del nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

2 Timoteo 2:22 nos exhorta a huir de las pasiones juveniles y a seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.

Conclusión

Vivimos en un siglo en el que es muy difícil mantenerse lejos del pecado y de la iniquidad. La maldad nos asedia. Somos bombardeados con todo tipo de impureza.

Con todo, los que somos hijos de Dios estamos llamados a apartarnos del pecado. ¡Debemos alejarnos más y más cada vez!

El mundo quiere ver que los hijos de Dios somos distintos... Esto tienen que verlo en nuestra forma de vivir.

Dios quiere usarnos para su gloria, quiere que impactemos a los que nos rodean.

Para que Dios nos use es necesario nuestra santidad y pureza. No hay maldad pequeña ni maldad grande... la maldad es maldad y el hijo de Dios se aparta de ella.

Una palabra final, si lees este artículo y aún no eres hijo de Dios por la fe en Jesucristo, conviértete a él de todo corazón. Si haces esto, serás perdonado de tus pecados, serás libre del pecado y recibirás de Jesús el poder para apartarte del pecado. Dice la Biblia: "Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Juan 8:36).
¡Qué Dios nos ayude a apartarnos del pecado y de toda suerte de maldad!

Este artículo fue publicado por primera vez en el portal de la Iglesia Latina www.iglesialatina.org

viernes, 13 de mayo de 2011

¡NECESITAMOS EL PODER...
QUE DE LO ALTO DEBE VENIR! *

I
¡Qué, débiles ... pero qué débiles
Que somos sin tu poder, oh Señor!
Hoy más que nunca, nosotros, tus hijos,
Somos conscientes de esta verdad.
Por ser nuestra lucha
Contra Satanás y sus demonios,
Contra el mundo y la carne,
Y contra toda suerte de maldad;
Impotentes somos todos,
Sin tu poder, oh gran Señor.

II
Conscientes de nuestra grande necesidad,
Misericordioso y comprensivo Señor,
Venimos ante ti: humillados,
Angustiados y muy necesitados.
A fin de que tu misericordia y piedad
Te hagan socorrernos y restaurarnos
Para avergonzar así a nuestro maligno adversario
Y a sus demoniacas huestes.

III
¡Auxílianos! ¡Socórrenos!
Soberano y Bendito Jehová,
Creador de los cielos y de la tierra.
Sin tu ayuda somos fáciles blancos
Del maligno y de sus huestes;
Te necesitamos desesperadamente,
Todopoderoso Señor.
Necesitamos que nos impartas
Tu fuerte energía y tu grande poder.
Porque no queremos estar ya más
En oprobio ni en afrenta
A causa de nuestra flaqueza y debilidad.

IV
Tú sabes, Todopoderoso Señor,
Que todo el mundo se ha levantado contra ti,
Y que nosotros, tu pueblo escogido,
Sufrimos este levantamiento también.
Es por eso que te rogamos suplicantes a ti
Que nos acompañes en la lucha contra ellos,
Oh buen y misericordioso Dios.
Suplicamos..., rogamos...
Que el poder de lo alto
Venga hoy sobre nosotros.

V
Que tengamos ahora el poder,
El mismo que acompañó a tus siervos,
A los que en antaño te honraron.
Aquellos, que no temieron
Ni a reyes, ni a fieras,
Ni aun a la muerte misma.
Gente que te honró y glorificó
Entregándose aun a la muerte
Por testimoniar a todos de ti.

VI
Es por eso que pedimos
Que nos des hoy de tu poder, oh Señor
Cuán débiles somos sin tu poder, oh Señor
Sin él no podemos, ni podremos
De Jesucristo a otros testificar.
Ni contra el Diablo, ni el mundo,
ni el pecado, triunfar.
Escucha nuestras suplicas
Por amor a tu nombre, Señor.

VII
Úngenos con tu poder
En este tiempo, Señor.
Para que así la gente
Que hoy nos ve pueda saber:
Que tú estás en medio nuestro,
Que nosotros somos tu pueblo amado,
Que hacemos todo lo que hacemos
Porque tú nos lo has mandado
Y porque tú nos fortaleces y ayudas.
Para que así más personas
Se puedan arrepentir
y puedan
A Cristo el Salvador venir
Y a él por siempre servir.
Es para esto que necesitamos el poder...
El poder que de lo alto
Hoy ... hoy mismo debe venir.

Amén.

Trujillo, año 1995.
Trujillo, 17 de mayo de 1998.
Barranco, 5 de Noviembre de 2005
Trujillo, 13 de Mayo de 2011

* Aclaración:

Yo creo que el poder de lo alto ya vino a nosotros en la persona del Espíritu Santo, que esto ocurrió en el mismo momento en que creímos genuinamente en Jesucristo (
Hechos 19:2; Efesios 1:13-14; 1 Corintios 12:13).

Empero, aún cuando esto es así, nosotros a causa de nuestra pecaminosidad, carnalidad, mundanalidad e infidelidad apagamos al Espíritu Santo y es por eso que él no puede expresarse en nosotros como quisiera hacerlo.

Lo que sigue a continuación es fruto de mi estado de ánimo, más que de mi convicción teológica respecto a este tema.

Muchas veces y en muchos lugares del mundo, los cristianos vivimos como si el Espíritu Santo no estuviese en nuestras vidas. No tenemos su poder, su gozo, su consuelo, ni su victoria.

En especial, digo esto porque caemos en pecado muy fácil y constantemente. Guardamos en nuestros corazones codicias necias que van adueñándose de nosotros de tal modo que nos enredamos horriblemente.

He sido testigo de cosas horribles, que deshonran a nuestro Dios, causan desánimo a los creyentes y estorban la conversión de lo que no tienen a Cristo. He visto este tipo de cosas en los 24 años que sigo a Jesucristo. No quiero acostumbrarme a ver esto. Quiero un cambio y es por eso que oré como está escrito abajo. Oro no solo por mí sino por todo aquel que de verdad es hijo de Dios.

Mi escrito es una oración a Dios, la hice en las fechas que están indicadas en el escrito.

Yo anhelo el poder de Dios en mi vida personal y en la vida de la Iglesia de Cristo. No estoy hablando del poder del Espíritu Santo en la forma que pregonan hoy muchas iglesias contemporáneas, que no quiero especificar.

Yo quiero el poder que santifica, que nos aparta del pecado en la vida diaria y que nos hace alertas, cuidadosos y serios al vigilar nuestra vida personal. Quiero el poder que hace que nos arrepintamos de las cosas más mínimas que hacemos mal y que ofenden a Dios y a los que nos rodean. Ya sea solo un mal deseo, un mal gesto, una mala mirada, una mala reacción, una mala palabra, etc.

Quiero el poder que nos hacer parecernos más a Cristo en su carácter.

Creo que me entienden y no sigo más.

¡Qué Dios avive nuestras vidas!

viernes, 7 de enero de 2011

La evangelización a toda criatura y la redención limitada.

¿Es posible evangelizar con convicción, denuedo y franqueza a todo ser humano si es que se cree que la redención de Jesucristo es limitada?

Redención limitada es una doctrina que en pocas palabras dice lo siguiente: “Cristo murió por los elegidos y es por eso que sólo ellos serán salvos”. Esto significa que ninguno que no sea elegido puede beneficiarse del sacrificio de Jesucristo y de lo que el mismo trae para el pecador que se arrepiente y cree en Jesús.
No quiero discutir la verdad o falsedad de esta doctrina. Desde que apareció esta doctrina en la historia del cristianismo; ésta ha tenido, tiene (y tendrá) sus defensores y sus detractores. Son muchos los años en que se discute sobre ella entre cristianos e iglesias y no se llega a una solución que “satisfaga” a uno u a otro.
Algunas iglesias cristianas se han dividido a causa de esta doctrina. Eso es lo más doloroso y trágico para mí. No hay ninguna razón para dividir iglesias por esta doctrina pues no está expresada ni clara ni contundentemente en la Biblia. Se puede llegar a ella por medio de razonamiento y lógica, pero a todos aquellos que lo hacen y se afirman en esta doctrina por ese medio, les recuerdo lo que dijo Dios por medio del profeta Isaías hace muchos años atrás:
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” (Isaías 55:8-9).
Acabo de leer un artículo atribuido a J.I.Packer. Me sorprende con cuánta lógica y tan poca escritura defiende un tema que debería tener más escritura y menos lógica. La Escritura debe parametrar la lógica, no la lógica a la Escritura. En fin. Lean su artículo en: http://www.iglesiareformada.com/Packer_salvacion_biblica.html

Volviendo a texto que he citado. Es muy interesante que estas declaraciones de Dios estén dadas en el contexto de una “ilimitada y limitada” invitación a ser perdonado. “Ilimitada” porque Dios lanza su oferta de perdón a todo hombre impío e inicuo. “Limitada” porque Dios dispone que todo impío e inicuo que deje su camino de impiedad y se convierte y se vuelve a él será el que experimente el “amplio e ilimitado” perdón suyo. (Isaías 55:6-7).
Recomiendo leer un resumen bíblico muy básico, pero clarísimo respecto a este tema.  No tiene muchas palabras ni mucha argumentación más que citas bíblicas. Es por eso, que lo recomiendo. Como dice el dicho: “A buen entendedor, pocas palabras”. Entren al siguiente link: http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/reformed/limited.htm

No es mi propósito ahora seguir ahondando en esta doctrina que surgió en algún tiempo de la historia del cristianismo. Lo que me interesa es resaltar y denunciar el efecto pernicioso y negativo que la misma causa en la presentación del evangelio de Jesús y en el evangelizador.
La pregunta que encabeza este escrito me la he hecho y pienso que tiene que hacérsela también todo hijo de Dios que está listo y dispuesto para evangelizar “a toda criatura”, como es que nos mandó nuestro Señor en Marcos 16:15-16 y en otros varios textos antes de irse a los cielos.
Más allá de toda cuestión está el hecho de si es posible o no evangelizar honesta, franca e indudablemente a toda persona de este mundo, creyendo que Jesucristo no murió y resucitó para salvar a todo hombre. Ese es el problema serio que yo encuentro en esta doctrina, muy aparte del hecho de si tiene o no contundencia bíblica.
Este escrito está divido en tres partes, que las mostraré una tras otra:
1. El Señor Jesucristo dejó muy claro respecto a cuánta persona tenemos que evangelizar y discipular.
Las palabras de Jesucristo antes de partir a los cielos luego de morir y resucitar han sido registradas por los evangelistas y tienen la facultad de ser clarísimas y sin ni una pizca de ambigüedad: “Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones…” (Mateo. 28:19). “Id por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15). “Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.” (Lucas 24:47). “Como me envío el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21 comparado con Juan 17:18). “Y me seréis testigos en Jerusalén, toda Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
Entre los cristianos no hay discusión respecto al alcance de estos mandatos. La mayor parte de los cristianos estamos de acuerdo en que tenemos que predicar el evangelio a toda criatura (a toda persona, sin excepción alguna), a todas las naciones y en todas las naciones (grupos étnicos, sin exceptuar a ninguno), por todo el mundo y hasta lo último de la tierra (específicamente, eso quiere decir donde haya seres humanos, no debemos dejar ningún lugar en que estos estén sin que prediquemos el evangelio).
Dios nos ha dado esta comisión y tenemos que obedecerle. Nuestro amor a Dios nos impele a obedecerle sin chistar. Somos discípulos de Jesús y como tales, por amor y lealtad a él tenemos que cumplir con su voluntad.
Su voluntad es que prediquemos a toda persona, a todas las naciones y en todo el mundo. En un pensamiento corto, Jesucristo nos ha ordenado que anunciemos su evangelio a toda persona que hay en el mundo.
¿Podemos cumplir su voluntad con firmeza y determinación sabiendo que él nos mandó a predicarle su evangelio a toda persona que hay en el mundo, si es que “creemos” que no murió ni resucitó para salvar a toda persona, como enseña la doctrina de redención limitada?
¿Podemos mirar a los ojos a una persona dondequiera que ésta se encuentre y decirle convincentemente que Jesucristo quiere perdonarle y salvarle de sus pecados si se arrepiente de ellos y cree en él, “sabiendo” que, “posiblemente”, Jesucristo no murió ni resucitó para perdonarle y salvarle él, porque “posiblemente” él no es su elegido?
¿Puede una iglesia tener intercesión y un plan misionero para alcanzar a toda persona en este mundo cuando no cree que la redención de Jesucristo abarca y alcanza a toda persona que habita en este mundo?
2. El fundamento del mandato de Jesucristo de evangelizar y discipular a cuanta persona hay en el mundo es el hecho innegable que quiere salvar a toda persona y que murió y resucitó para hacerlo.
Existen un buen número de textos bíblicos que muestran que Dios quiere, puede y ha provisto salvación para todo pecador que se arrepiente y pone su fe a él. Estos textos están tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Desde luego, también existen muchos textos que declaran y detallan lo que va a ocurrir con los impíos y pecadores que no se arrepienten ni creen en el Dios que quiere y puede salvarles, y además ha provisto salvación para ellos.
Mi escrito está enfocado no en cuántos de los pecadores van a ser condenados sino en cuántos de los pecadores tienen la oportunidad de salvarse. Como ese es el norte de mi escrito, voy a alistar algunos de los textos bíblicos que declaran y detallan la voluntad de Dios respecto al alcance de la salvación de Dios.
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6-7).
 A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad si dinero y sin precio, vino y leche… Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:1, 6-7).
“¿Quiero yo la muerte del impío? Dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartaré de sus caminos?... Porque no quiero yo la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis”. (Ezequiel 18:23, 32).
“Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. (Mateo 11:28).
“Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo; que os ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor… ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad de Dios para con los hombres! (Lucas 2:10-11, 14).
“Porque el hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envío Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:16-18).
“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándole en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:18-19).
“Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Timoteo 2:3-6).
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:1-2).
Cuando estas palabras fueron dadas, fueron dadas ¿porque Dios tenía en mente a todos los pecadores o sólo a algunos de ellos? Si es que él sólo estaba queriendo, pensando, proveyendo y llamando a un grupo de pecadores, ¿por qué es que no lo dijo? ¿Por qué es que usó palabras tan amplias cuando su plan de salvación no era así de amplio?
Si realmente Dios no quiere, no ha provisto, ni llama a todo hombre al arrepentimiento para ser salvo, ¿por qué es que estos textos bíblicos presentan que quiere y que ha provisto salvación para todos ellos?
¿Por qué debemos ir y predicar el evangelio a toda criatura si es que realmente Dios no está interesado en salvar a toda criatura? ¿Por qué vamos a obedecer un mandato que nos dice claramente que le prediquemos el evangelio a toda criatura cuando Dios no tiene la más mínima intención de salvar a toda criatura sino sólo a unas cuantas?
Cuando Pablo fue estuvo en Atenas predicó su mensaje declarando con firmeza, convicción y franqueza estas palabras:

“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31).
¿Pablo creía que Dios estaba convocando y llamando al arrepentimiento a todos los hombres o creía que sólo algunos de los hombres estaban siendo convocados y llamados? ¿Creía Pablo en la literalidad de lo que estaba predicando o para él las palabras no tenían el significado que tenían, sino que tenían que ser todavía “interpretadas”?

¿Pablo estaba diciendo literalmente lo que estaba diciendo, pero mental y lógicamente estaba diciendo otra cosa? ¿Podemos nosotros ahora leer literalmente lo que Pablo dijo, pero lógica y mentalmente interpretar sus palabras en manera diferente?
Detrás de la firmeza y de la convicción con la que hablaba Pablo estaba su fe y su creencia en que Dios estaba haciendo un llamado literal. Dios mandó que todo hombre de todo lugar se arrepienta porque él quería e iba a perdonar y librar de su juicio a todo aquel que lo hiciese.
Todos estamos de acuerdo en que se debe predicar a toda persona en este mundo, pero es en el alcance de la salvación que Cristo obró donde empiezan las discrepancias. Para un sector de cristianos, Cristo murió para salvar sólo a algunos hombres, no a todos. Para otro sector, Cristo murió para salvar a todos, aunque no todos se salven.
La evangelización que cada uno haga dependerá mucho de qué es lo que cree respecto a este tema. Personalmente, veo muy difícil que uno pueda predicar el evangelio mirando a los ojos a todo hombre si es que no cree que realmente Dios quiere y ha provisto salvación para esa persona que tiene por delante.
3. Una persona que no cree que Jesucristo murió y resucitó para perdonar y salvar a cuánta persona hay en el mundo, no “puede” evangelizar ni discipular con certidumbre, convicción y franqueza a toda persona de este mundo.
Lo que he escrito lo he escrito con temor y temblor. No quiero ser juez de mis hermanos en Cristo. No quiero ofender, lastimar, desanimar ni ser causa de enojo ni de tropiezo a mis hermanos en Cristo que están persuadidos y convencidos de la doctrina de redención limitada.
Aprecio y respeto a Charles Spurgeon. Él era uno de aquellos que creía y abrazaba firmemente la doctrina de redención limitada. He encontrado uno de los sermones en los que él presenta lógica y convincentemente su posición teológica. Ustedes pueden leerlo entrando a este link:
En su sermón, que seguramente fue presentado con la elocuencia y la pasión que era propia de él, antes de concluir, dijo lo siguiente a modo de conclusión e invitación:
“Dejando la controversia, responderé a una pregunta: ¿Por quién murió Cristo? Respóndeme a un par de preguntas y te diré si Cristo murió por ti. ¿Quieres un Salvador? ¿Sientes necesidad de Él? ¿Tienes conciencia de pecado esta mañana? ¿Te ha enseñado el Espíritu Santo que estás perdido? Si es así, Cristo murió por ti y serás salvo. ¿Tienes conciencia de que Cristo es tu única esperanza en este mundo? ¿Comprendes que no puedes ofrecer por ti mismo una expiación que satisfaga la justicia de Dios? ¿Has abandonado toda confianza en ti mismo? ¿Y puedes decir de rodillas: "Señor, sálvame, o perezco? Cristo murió por ti.”
Como puede verse y leerse, Spurgeon no lanzó una invitación y convocatoria abierta a todo pecador para que creyese en Jesús luego de su sermón. No, no lo hizo. Spurgeon lanzó una invitación y convocatoria a todo pecador que cumpliese “ciertas” condiciones. Él no dijo: “pecador, Cristo murió y resucitó para salvarte, arrepiéntete y cree en él para ser salvo”. Lo que él dijo fue:
¿Eres pecador? Si así lo sientes, si así lo reconoces, si así lo confiesas, estás invitado a creer que Cristo murió por ti, porque tú eres pecador; y eres instado a caer sobre esta grande e inamovible roca, y a encontrar seguridad eterna en el Señor Jesucristo.”
Su invitación sólo fue dirigida a aquél pecador que fuese consciente de serlo y que quisiese ser salvo. Su invitación fue solo a ellos porque para él sólo por este tipo de pecadores Cristo murió. Ese es justamente mi punto. La persona que cree que Cristo sólo murió por algunos, aunque esos algunos sean una multitud tan grande que nadie puede contar, no puede convocar ni con franqueza ni convicción a todo pecador para que crea en Jesús.

Spurgeon olvidó que, en la parábola de la oveja perdida y el buen pastor, el pastor salió a buscar a la oveja independientemente de si ésta era consciente o no de que estaba perdida, ni si ella quería que se la buscase. En esa misma manera, Jesús murió y resucitó por los pecadores independientemente de si ellos son o no conscientes de su necesidad de que él hiciese estas cosas por ellos.
Spurgeon ya está en la presencia de nuestro Señor y seguramente ahora sabe en qué estuvo acertado y en qué se equivocó. No he escrito ni hecho esta observación de su sermón para desmerecer su ministerio. Dios usó a este varón y es uno de los predicadores que más he leído y que más me ha animado.
En el presente hay varios hermanos que aprecio que creen esta doctrina. No intento discutir con ellos. Presento este escrito con mi preocupación personal. Es difícil predicar el evangelio a toda criatura creyendo la doctrina de redención limitada.
Es muy difícil decirle a un pecador: “Cristo murió por tus pecados” cuando uno no sabe ni tiene la certeza de si él será uno de aquellos por quienes Cristo murió. Se le puede decir: “pecador, es muy posible, quizás, tal vez, puede ser, a lo mejor… que Cristo haya muerto y resucitado por ti”.
Es más difícil todavía decirle a un pecador: “cree en Jesucristo y serás salvo”. Esta verdad está enseñada en varios textos de la Biblia. Coloco aquí Juan 3:14-18. En este texto fue el propio Jesús quien enseñó que creer en él salva eternamente. Si uno no cree que Jesús quiere y puede salvar a todo pecador, lo que le dirá al pecador será esto: “Cree en Jesucristo y quizá, a lo mejor, tal vez, posiblemente, puede ser… que seas salvo”.
Si un grupo de pecadores fuesen persuadidos por la predicación del evangelio y nos preguntasen compungidos y convencidos, como un buen grupo de ellos le preguntó a Pedro y a los otros apóstoles: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37). Muy difícilmente les podríamos contestar nosotros con la firmeza y convicción que contestaron estos siervos de Dios, si nosotros no creyésemos como creían ellos, que Jesús quiere y salva a todo aquel que se arrepiente y cree en él.
Si un hombre nos hiciese una pregunta tan clara y específica como la que el carcelero de Filipos le hizo a Pablo y a Silas: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”. Nosotros no podríamos responder como lo hizo él si es que creyésemos que la redención es limitada. Nosotros no podríamos decirle firmemente: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. (Hechos 16:30-31).
Tanto Pedro como Pablo asumieron que Cristo quería, podía y había provisto salvación para todo pecador. Para ellos no había duda ni vacilación. Estaban convencidos y por eso hablaban así. Su convicción no dependía de lo que el pecador estaba haciendo o sintiendo en ese momento ni de lo que el pecador haría después, sino de lo que ellos sabían y conocían de Cristo: sabían quién era él, qué había hecho a favor de los pecadores, qué ofrecía y qué daba él a los que creían en él.
Conclusión
Este tema da para más. No he puesto aquí todo lo que quiero ni lo que debo decir. Me siento muy corto para hablar de este tema. Me consuelo en el hecho de que Pedro reconoció que hasta a él le era difícil entender todo lo que estaba escrito (2 Pedro 3:15-16). Pablo mismo mostró que no entendía totalmente a Dios y por ende lo que él ha dejado escrito en la Biblia (Romanos 11:33-36).
Si ni Pedro, ni Pablo, que estaban bajo inspiración entendieron totalmente la Escritura, ¡cuánto más cualquier otro cristiano posterior a ellos podrá entenderla en un cien por ciento, por más piadoso y estudioso que haya sido o sea! Digo esto porque algunos quieren que tomemos partido o por Calvino o por Arminio, como si ellos o sus escritos fuesen el fundamento de nuestra fe.
No tenemos que ser ni de uno ni de otro. Tenemos que pegarnos a las Escrituras, es con ella que tenemos que sustentar nuestra fe, nuestra práctica, nuestras creencias y nuestras enseñanzas. Lo que Calvino o Arminio creían respecto a la redención no es nuestro fundamento, sino lo que está escrito en la Biblia, lo cual es primero y antes que ellos dos.
Hasta este momento yo no he intervenido ni he querido participar en esta discusión. Hace algún tiempo decidí que no voy a gastar tiempo ni energía en lo que no tiene una solución en el presente. Los que están persuadidos de la redención limitada van a seguir con su creencia. Igual va a ocurrir con los que abrazan la redención ilimitada.
Intervengo en la discusión porque conozco iglesias que se han dividido y cristianos que están confundidos por esta doctrina. Me entristece que esto sea así. Participo porque recibo preguntas sobre este tema y creo que tengo el deber de declarar públicamente lo que respondo cuando se me hacen las preguntas.
La redención limitada no puede hacer una convocatoria ilimitada. Esa es su grande debilidad. Muy aparte de que haya textos bíblicos que van en contra de ella. La redención limitada no “puede” cumplir con la gran comisión propiamente dicha.
El que cree en esta doctrina no puede mirar con franqueza a los ojos a todo pecador para ofrecerle el bendito evangelio de Jesucristo; Solamente puede mirar con franqueza a los ojos de algunos pecadores arrepentidos.
El que cree en esta doctrina no puede hablarle con convicción el evangelio de Jesucristo a todo pecador; solamente puede hablarles con convicción el evangelio de Jesús a algunos de ellos.
 El que cree en esta doctrina no puede decirle firmemente a todo pecador que Cristo quiere, puede y va a salvarle si es que cree en él; solamente puede decirle firmemente esas palabras a algunos pecadores cuando ya den evidencias de su arrepentimiento.
Los cristianos e iglesias que creen esta doctrina tampoco pueden rogar a Dios pidiendo la salvación de todos los pecadores. No, ellos solamente pueden orar a Dios, pidiendo la salvación de algunos pecadores que ojalá sean elegidos. Orar a Dios por los hombres contradecirá sus creencias, para ser consecuentes con su doctrina ellos tendrán que orar pidiendo a Dios que salve a algunos pecadores.
Ni siquiera a nuestros hijos y ni a nuestros familiares cercanos y lejanos les podemos predicar con libertad y firmeza si es que creemos que la redención de Jesucristo es limitada. ¿Con qué cara le podemos enseñar y decir nuestros hijos y a nuestros familiares cercanos y lejanos que Cristo quiere salvarle si es que no creemos que es así?
La doctrina de redención limitada afecta negativamente y debilita totalmente la evangelización a toda criatura. No podemos predicar ni con firmeza, ni denuedo mucho menos con franqueza el evangelio a menos que ocurra una de estas cosas:
  1.  O que tengamos la certeza de que la persona o personas a las que estamos predicando pertenecen a los “elegidos”, es decir, al grupo de personas por las que Cristo murió y resucito. Lo cual es imposible de conocer y ver antes de que una persona venga a Cristo y se arrepienta y crea en él.
  2.  O que creamos que Cristo murió y resucitó para salvar a todo hombre y que su salvación no está limitada por él ni lo que él hizo, sino por la propia incredulidad del pecador que no quiere creer ni arrepentirse a Jesús, que se dio a sí mismo en rescate por todos.  
Finalizo este escrito con una porción de la Escritura, una pregunta y una oración.

La porción de la Escritura:
“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándole en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Corintios 5:18-19).
La pregunta:
¿Cómo podemos ir al mundo y a todos los hombres del mundo para decirles con denuedo, convicción y franqueza que se reconcilien con Dios cuando no creemos que Dios haya estado en Cristo reconciliando consigo al mundo y a todos los hombres?

La oración:
“Dios de toda gracia, que eres abundante y amplio para perdonar. Ayúdanos a predicar con firmeza y convicción el evangelio de Jesucristo a toda persona de este mundo. Quita de nosotros todo aquello que no nos permite mirar a los ojos de pecador para declararle con denuedo que tú quieres que se arrepienta y crea en Jesús, a quien tu mandaste para proveerle salvación y darle la oportunidad de ser salvo de sus pecados y de tu juicio por ellos. Amén”.